The last frontier
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The last frontier
Una comisión internacional le "tomó examen" durante nueve días
Todo listo para la construcción del nuevo satélite argentino, el SAC-D
Científicos y técnicos se reunieron en Bariloche para analizar su ingeniería
Todo listo para la construcción del nuevo satélite argentino, el SAC-D
Científicos y técnicos se reunieron en Bariloche para analizar su ingeniería
SAN CARLOS DE BARILOCHE.– Ingenieros, técnicos y especialistas en tecnología espacial de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), la NASA, Invap, la Agencia Espacial de Canadá y el Instituto de Investigación Espacial de Brasil (INPE) se congregaron en esta ciudad para realizar la última revisión crítica del diseño del satélite SAC-D Aquarius, la nueva misión espacial que la Conae desarrolla en cooperación con la NASA.
Tras nueve días en que la tecnología tuvo que “dar examen”, ayer los ingenieros estaban satisfechos: el veredicto fue “aprobado”.
“La revisión determinó que ya estamos en condiciones de construir el modelo de vuelo”, indicó a LA NACION Daniel Caruso, jefe del proyecto en la Conae. Esta tarea será realizada por la empresa estatal Invap y el lanzamiento será en mayo de 2010.
Los ocho instrumentos que llevará a bordo el SAC-D conformarán un verdadero observatorio dedicado al estudio del océano y de la atmósfera terrestre. Están en pleno desarrollo por parte de la Conae y la NASA, con la participación de las agencias espaciales de Italia, Francia, Canadá y Brasil.
“Mediante la obtención de datos de salinidad del mar, su temperatura superficial, vientos, presencia de hielo y contenido de humedad en la atmósfera, se podrá mejorar el conocimiento de la circulación oceánica y su influencia en el clima del planeta –explicó la Dra. Mónica Rabolli, investigadora principal adjunta de la Misión SAC-D–. El satélite también estudiará la superficie terrestre para tomar datos sobre humedad del suelo y detectar focos de alta temperatura, entre otros, para su utilización en alerta temprana de incendios e inundaciones. El observatorio también será utilizado para el conocimiento de la distribución de deshechos espaciales y micrometeoritos existentes alrededor de la Tierra”, agregó la científica de la Conae.
La agencia espacial local desarrolla cinco de los ocho instrumentos que llevará la misión: un radiómetro, una cámara de alta sensibilidad para la observación nocturna, un instrumento de recolección de datos y un experimento tecnológico para una futura misión satelital. Por su parte, el instrumento que aporta la NASA, denominado “Aquarius”, es la carga principal del satélite.
Tras la revisión crítica del satélite, sigue una nueva prueba en el horizonte: la revisión crítica del sistema de tierra desde la sede de la Conae en Falda del Carmen (Córdoba), desde donde se controlará la misión espacial.
En tanto, el modelo estructural ya construido se transportará al INPE, en Sao José dos Campos, de Brasil, donde se concretarán nuevos ensayos estructurales y térmicos hasta el mes de junio.
La construcción definitiva del satélite se prevé para octubre de 2009, mientras que su lanzamiento se concretará el 22 de mayo de 2010, desde la base de Vandenberg de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, en California.
El observatorio pesa 1600 kilos y cuadruplica la última misión espacial realizada por la Conae y la Nasa, el satélite SAC-C, que se puso en órbita en 2000.
En el país, trabajan para esta nueva misión satelital cerca de 180 científicos y técnicos de la Conae, Invap, el Instituto Argentino de Radioastronomía, la Universidad Nacional de La Plata, del Instituto Argentino de Radioastronomía, el Centro de Investigaciones Opticas del Conicet y la Comisión Nacional de Energía Atómica.
La misión espacial se inició en 2003 y tiene un costo estimado en los 200 millones de dólares, de los cuales la Argentina proporciona el 20 por ciento.
Soledad Maradona
Re: The last frontier
Otra de INVAP:
Egipto/Argentina: la conexión nuclear
Egipto/Argentina: la conexión nuclear
En febrero del año 2008, más de 20 compañías internacionales se ofrecieron como consultoras para supervisar la construcción del primer reactor nucleoeléctrico egipcio.
Tres meses después sólo siete fueron preseleccionadas. Una de ellas -la única de América Latina- es "una vieja amiga de la casa".
La empresa argentina, Invap, construyó entre 1993 y 1998 el reactor ETRR-2 en Egipto.
Según informó el ministro de Electricidad y Energía, Hasan Yunis, las siete propuestas que analiza en estos momentos el gobierno de Hosni Mubarak provienen de Estados Unidos, España, el Reino Unido, Australia, Suecia, Suiza y Argentina.
La empresa argentina Invap construyó entre 1993 y 1998 el reactor ETRR-2 ubicado en la localidad de Inshas, 60 kilómetros al noroeste de El Cairo, así que sus ingenieros esperan que los años de trabajo conjunto con la Autoridad de Energía Atómica egipcia (AEA por sus siglas en inglés) sirvan para que su propuesta sea elegida en la actual licitación.
Sin embargo, las funciones de ETRR-2 guardan poca relación con el nuevo proyecto en el que está embarcado el gobierno egipcio.
"La finalidad principal del reactor que construimos es la investigación y con los neutrones que se generan en el reactor se producen radioisótopos para usos médicos", le dijo a BBC Mundo el ingeniero Pablo Abate desde la ciudad patagónica de San Carlos de Bariloche.
"Este reactor, de pequeña potencia, no sirve para producir electricidad. Para dar una idea, es mil veces más pequeño de lo que sería una central de producción nucleoeléctrica", agregó.
La carrera por energía
Con los neutrones que se generan en el reactor se producen radioisótopos para usos médicos.
Electricidad es exactamente lo que está buscando Egipto. Según datos publicados por el diario egipcio Al Ahram, la demanda de electricidad se triplicará en los próximos 20 años.
Debido a ello, el 21 de septiembre de 2006 el hijo del presidente Hosni Mubarak, Gamal, "soltó la bomba" en la conferencia anual del partido oficialista: tras dos décadas de congelamiento, Egipto estaba listo para relanzar su programa nuclear, suspendido tras el desastre de Chernobyl en Ucrania.
Desde ese momento, el mandatario egipcio ha conversado de temas nucleares con sus pares de Rusia, China y Francia entre otros, pero antes de elegir la empresa encargada de construir el reactor que le permita cubrir sus necesidades internas de energía, es necesario un paso previo.
"La gestión de ese contrato es tan compleja que muchos países buscan ayuda en empresas consultoras", explicó el ingeniero Abate.
"Recordemos que el cliente, de acuerdo a las pautas internacionales, debe cumplir una serie de requerimientos. Desde conseguir toda la información del futuro sitio del reactor para que el diseñador pueda tener en cuenta las condiciones del lugar hasta toda la certificación y control de la obra".
Argelia, carta de presentación
La empresa argentina, que participa en la licitación actual egipcia junto con la consultora internacional europea Poyry, ya había construido un reactor en el norte de África ocho años antes de comenzar las obras en Inshas.
Entre 1985 y 1989 Invap levantó un reactor nuclear de investigación de 1 MW de potencia térmica en la localidad Draria, Argelia, que lleva el nombre de NUR.
En su sitio de internet, la empresa sudamericana destaca que "cuando el gobierno egipcio optó por la oferta argentina, ambos países carecían de vínculos recíprocos culturales o de comercio exterior que pudieran haber facilitado la operación" y agrega que el prestigio logrado en el mundo árabe tras la construcción de NUR pudo haber acudido en su favor.
Mientras el gobierno de Mubarak decide, se escuchan voces críticas al proyecto que cuestionan la capacidad de Egipto para hacer frente a un posible accidente nuclear y se manifiestan a favor de otras tecnologías como la eólica en las costas del Golfo de Suez o las plantas solares en la Península del Sinaí.
Re: The last frontier
El BID financiará desarrollo de satélites argentinos
La empresa estatal Arsat prevé realizar una inversión de US$ 40 millones para la última etapa del desarrollo de los satélites que construirá el Instituto Nacional de Investigaciones Aplicadas (INVAP) con fondos que obtendrá del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y aportes propios.
El plan para poner en órbita el primer satélite en el año 2012 se cumplirá de acuerdo a lo proyectado y en los próximos meses se iniciará la segunda fase, que consiste en los que técnicamente se denomina "ingeniería de detalle y calificación de modelo", según explicó al bvoletín A Diario del grupo Convergencia el presidente de Arsat, Pablo Tognetti.
Esa nueva etapa estaría culminada a mediados de 2009; durante ese lapso se somete a la futura nave a pruebas muy severas, superiores a las que tendrá que soportar cuando entre en órbita, a fin de que pueda desempeñarse con garantías de seguridad.
Tanto en el momento del despegue, cuando soporta presiones superiores a la gravedad; como de resistencia a las amplitudes térmicas que se dan en el espacio. Ya se decidió que el "Arsat I" tendrá 24 canales en banda KU y ocupará la órbita de 72º.
Tognetti aseguró que este satélite considerado entre los medianos, por su tamaño y peso (unos 3.000 kg), tendrá mayor cobertura que el Nahuel I.
El segundo satélite, cuyas características aún están por definirse, será lanzado en 2013 en la órbita de 81º y un año después será la hora del tercero. Para entonces es posible que el INVAP se convierta en un jugador internacional en la provisión de satélites de comunicaciones.
Re: The last frontier
Finalizó con éxito la revisión del SAC-D/Aquarius, el nuevo satélite
Es un pdf bastante detallado del 28/7/08
Es un pdf bastante detallado del 28/7/08
Re: The last frontier
Misión espacial a examen
Si todo sale como esperan en la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) y el comité internacional de especialistas aprueba el diseño del satélite argentino de teleobservación Saocom –adaptado especialmente para actuar durante inundaciones, incendios y erupciones volcánicas–, el dispositivo habrá superado su primera “prueba de fuego” y entrará en etapa de diseño para su posterior construcción y puesta en órbita en mayo de 2012.
Dedicado al monitoreo y gestión de emergencias naturales, por su capacidad de atravesar las nubes y el humo, el Saocom resulta un dispositivo con tecnología ideal para analizar zonas bajo condiciones climáticas adversas. A diferencia del satélite SAC-C, que trabaja con cámaras ópticas, el Saocom emite pulsos electromagnéticos dirigidos a la superficie de la Tierra que rebotan hacia su antena receptora. La lectura que se desprenda de este feedback construirá, posteriormente, la imagen satelital de referencia. A su vez, con los registros provenientes de esta seguidilla de rebotes, el satélite diseñará mapas de humedad de suelo y modelos digitales de terreno con aplicaciones que van desde la agricultura hasta el urbanismo, entre otras cosas.
Sobre la calidad del emprendimiento, Conrado Varotto, director ejecutivo y técnico de la Conae, destacó que el Saocom “está muy bien considerado a nivel internacional por su diseño sofisticado, que lo convierte en uno de los satélites más avanzados en su género”. El dispositivo forma parte del Sistema Italo Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias (Siasge), donde la Conae y la Agencia Espacial Italiana (ASI) trabajan en colaboración.
Habrá tiempo hasta el próximo viernes para saber si los técnicos argentinos a cargo del proyecto pasan el examen sobre las prestaciones y mecanismos del Saocom, durante la Revisión de Diseño Preliminar, ante un comité revisor conformado por diez especialistas internacionales en tecnología espacial y en radar SAR (Synthetic Aperture Radar).
Re: The last frontier
El Saocom aprobó el examen
La Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) obtuvo ayer luz verde para construir la primera versión de un nuevo satélite en Argentina a partir de 2009, durante el último tramo de la Revisión de Diseño Preliminar. Con la aprobación del comité científico internacional que sesionaba desde el lunes en Buenos Aires, el satélite Saocom 1-A pasó con alta calificación la evaluación de su diseño. Si se cumplen los plazos, el satélite estaría en órbita en 2012. Podrá detectar incendios o inundaciones y, a diferencia de los satélites actuales, podrá obtener información aun de noche o a través de las nubes o el humo.
Con financiación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) más recursos propios y aportes del sistema científico-tecnológico, el satélite Saocom 1-A, será construido para actuar, fundamentalmente, en la detección y prevención de inundaciones, incendios y erupciones volcánicas. Tendrá una altura de 4,63 metros, un diámetro de 2,70 metros, pesará dos toneladas y será puesto en órbita a 619 kilómetros de altura de la Tierra.
Lo novedoso es que el satélite se inscribe dentro del Sistema Italo Argentino para la gestión de Emergencias (Siasge), un proyecto de cooperación científica Norte-Sur que descansa en la conjunción entre dos satélites Saocom argentinos –el actual y uno futuro– y otros cuatro Cosmo-Skymed italianos. Operando en conjunto, este puzzle utilizará Synthetic Aperture Radar, una tecnología de radar de última generación con capacidad para observar la superficie de la Tierra tanto de día como de noche, bajo cualquier condición climática.
Además, obtendrá imágenes desde el espacio, en períodos de doce horas, de cualquier desastre natural o causado por el hombre en cualquier punto del planeta. De este modo, inundaciones, terremotos, incendios, deslaves de terreno, sequías y derrames de petróleo estarán en la mira del Siasge.
Los cuatro satélites italianos Cosmo-SkyMed observarán la Tierra utilizando radares de banda X (con microondas de tres centímetros de longitud de onda) y sus pares argentinos, los Saocom, harán lo propio en la banda L (con microondas de 23 centímetros de longitud de onda). Mientras los radares italianos en banda X, de alto detalle pero escasa penetración, observarán la superficie, los dispositivos argentinos en banda L, con mayor alcance, irán un poco más allá, por ejemplo, penetrando el follaje y los troncos de un bosque.
“Estuve involucrado en investigaciones muy difíciles y siempre lo hice con jóvenes, porque hacerlo forma parte de mi forma de trabajar”, destacó Conrado Varotto, director ejecutivo y técnico de la Conae, y alma mater de la iniciativa, cuando se refirió al papel que las nuevas generaciones de científicos tienen en este tipo de proyectos.
Durante la presentación de los resultados de la revisión, los científicos que participaron en el diseño del satélite no ocultaron su alegría por la buena nueva, que tuvo su día D y pasó la “prueba de fuego” ante un jurado de diez especialistas internacionales en tecnología espacial. Los expertos, luego de estudiar con suma precisión cada uno de los diseños presentados por la Conae, determinaron que el diseño del Saocom 1-A es apto para pasar a la siguiente etapa: la de su construcción.
Sobre los buenos resultados obtenidos durante el seguimiento del proyecto, Fernando Hisas, gerente de Proyectos de la Conae, destacó la resolución del comité de especialistas: “Esta gente tiene mucha confianza en este proyecto así que tenemos que ponernos las pilas. Si creemos en nosotros mismos, tenemos que terminar esta misión en los plazos establecidos”. Y acerca de la posibilidad de retener a las futuras generaciones de científicos en el país, el ingeniero enfatizó que para los jóvenes este proyecto representa “una oportunidad única, un pasaporte para hacer lo que quieran en el futuro”.
Por último, Zaid Haddad, titular de la Jet Propulsión Laboratory de Estados Unidos, instituto que construye y opera naves espaciales no tripuladas para la NASA fue contundente, durante su intervención sobre el trabajo de la Conae: “Les pido que compartan el conocimiento con el resto del mundo”.
Re: The last frontier
Satélites industria nacional vagando por aquí y por allá
A pesar de los vaivenes de su historia satelital –como los de toda su historia científica–, la Argentina, con varios satélites lanzados ya, podría formar parte, en un futuro cercano, del selecto club de países capaces de poner en órbita satélites propios mediante lanzadores propios.
Por Matías Alinovi
SATELITES ARGENTINOS: EL ESTADO DEL ARTE
El relato del desarrollo científico-tecnológico argentino, se trate de la materia de que se trate, es siempre igual a sí mismo. Propone heroicos precursores, agigantados quizás en la mirada retrospectiva; la consecución de algunos logros que se cuentan entre los primeros –y en general el término ilusorio de la comparación es una Latinoamérica en incipiente organización política–; un progresivo estancamiento, que se vive como una escalonada pérdida de las ventajas comparativas; una manifiesta incapacidad política para impulsar determinados proyectos estratégicos, que suele conducir a algún desmantelamiento ideológico inexplicablemente torpe; la descripción de presentes lamentables y de futuros condicionales moderadísimamente promisorios.
Sin embargo, el desarrollo de los satélites argentinos, por lo menos el de los últimos veinte años, se ajusta mal a esa parábola, porque augura un futuro satelital inmoderadamente promisorio. Futuro conversó con Raúl Fernando Hisas, gerente de proyectos de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, para razonar el entusiasmo.
CUATRO PRECURSORES
Hacia 1927, la Sociedad Alemana para el Viaje Espacial, una reunión heterogénea de voluntades entusiastas y soñadoras, hacía escuela: publicaba revistas, discutía con los escépticos, organizaba conferencias públicas sobre cohetes y vuelos espaciales. Bajo su ejemplo, que cundió, surgieron en todo el mundo homólogas sociedades de aficionados al espacio. La sociedad respondía puntualmente a las solicitudes de información sobre sus actividades, y tuvo entre sus corresponsales a un estudiante argentino de química, Ezio Matarazzo, que cursaba el primer año de la carrera en la Universidad de Buenos Aires.
En 1932, el entusiasmo de Matarazzo fundó el primer grupo universitario del continente dedicado a la investigación espacial, que pronto, también, publicó la primera revista sobre astronáutica en español. El entusiasmo de Matarazzo no prosperó, sin embargo, y su único fruto fue quizás interesar a otro estudiante en la materia, Teófilo Melchor Tabanera.
Tabanera se graduó como ingeniero en la Universidad Nacional de La Plata, en 1936. Pero hacia 1930, cuando aún era un estudiante bisoño, comenzó a promover la idea de la exploración espacial en el país. Durante los años cuarenta, debido a su especialidad, ocupó cargos en la dirección general de YPF. Pero nunca abandonó la idea del espacio. En el año ‘48 fundó la Asociación Argentina Interplanetaria, que durante diez años publicó la única revista mensual en castellano sobre temas del espacio. Asistió como único miembro de un país en vías de desarrollo a la conferencia de la fundación de la Federación Astronáutica Internacional, en París, y en 1952 publicó un libro de bolsillo que se convirtió en un inesperado éxito de librería, de variadas reimpresiones, ¿Qué es la astronáutica? Durante toda su vida, Tabanera fue lo que hoy identificaríamos como un divulgador, aunque quizá con una salvedad: un divulgador de lo que aún no era, de un entusiasmo, de una esperanza.
Cuando en 1960 se promulgó la ley que creaba la CNIE, la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales, Tabanera fue su primer presidente.
Paralelamente, del modo más curioso, la Argentina tuvo un especialista en derecho espacial de preponderancia mundial, Aldo Armando Cocca. Cocca desarrolló la doctrina jurídica que declaró, entre otras cosas, la Luna y los planetas Patrimonio de la Humanidad. En 1958, como secretario de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires, propuso la creación de un planetario cultural.
El cuarto precursor espacial es el consabido precursor de casi todos los desarrollos científicos del país, el físico Enrique Gaviola. Omar Bernaola, investigador de la CNEA, discípulo de Gaviola y su minucioso biógrafo, cuenta una anécdota sobre la visión de futuro de su maestro y el desarrollo satelital. Después de un viaje a Estados Unidos, Gaviola acordó con el astrónomo norteamericano Josef Allen Hynek la instalación, en la provincia de Córdoba, de la Estación Terrena de Las Tapias, una estación de seguimiento satelital anterior a todo satélite, que contó con el primer reloj atómico que llegó a la Argentina. Lo extraordinario es que el primer satélite artificial que detectó Gaviola desde la estación, en 1957, fue el Sputnik 1, un logro ruso.
CABEZA DE RATON
En 1960 quedó entonces establecida la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales. Durante tres décadas, esa comisión desarrolló, en colaboración con la Fuerza Aérea, una serie de cohetes sonda, de una y dos etapas, destinados, en principio, a estudiar la atmósfera. Esos cohetes se llamaron Orión, Rigel, Castor, Alfa-Centauro, Tauro, Alacrán, Yarará. Llevaron a la atmósfera, sin entrar en órbita, cargas útiles científicas. En abril del año ‘67, un cohete Yarará, de fabricación nacional, llevó en vuelo suborbital un primer ser vivo, el ratón Belisario. Dos años después, viajó el mono Juan, a bordo del Rigel 04.
Ese progresivo desarrollo de la cohetería, más allá de su inocultable interés militar, llevó naturalmente a la ambición de poner en órbita satélites propios mediante cohetes propios. La Argentina tuvo un proyecto en ese sentido, el Cóndor. “El problema del proyecto Cóndor –dice Raúl Fernando Hisas– fue su identificación con el uso militar. El proyecto utilizaba combustible sólido, básicamente incontrolable una vez encendido. El paso del combustible líquido, en cambio, puede controlarse, pero a nadie se le ocurriría construir un cohete de uso militar con combustible líquido. ¿Por qué? Por una cuestión de logística militar, de tiempo de respuesta. Cargar el combustible líquido en un cohete lleva un tiempo del orden del día. Un cohete intercontinental puede alcanzar su objetivo en unos quince minutos. ¿Qué sentido tiene una respuesta que uno quiere instantánea si esa respuesta implica llenar el cohete de combustible durante todo un día?”
¿Pero entonces la cohetería es un camino definitivamente abandonado en la Argentina? “De ninguna manera –dice Hisas–. Aunque yo no hablaría de cohetería, sino de lanzadores. La idea del lanzador propio, de satélites también propios, es una idea en perfecta vigencia en el país. La Conae impulsa un proyecto a mediano plazo, el Tronador, para poner satélites propios en órbita, satélites pequeños, de unos cien kilogramos. No es algo que ocurrirá el año que viene, no tengo una primicia en ese sentido, pero sí puedo decir que es un proyecto que la Conae impulsa con mucho entusiasmo. Sería un lanzador de combustible líquido, y no solamente para evitar la identificación militar, sino fundamentalmente por una cuestión de eficiencia y seguridad.”
EL ESPACIO ES UN SISTEMA DE ALIANZAS
En 1991, a partir de la desmantelada CNIE, se creó la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), un ente civil dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Pero durante la década del ‘90, más allá de la Conae, hubo en el país varios proyectos satelitales, muy diferentes entre sí, todos de carácter privado.
El primer satélite argentino en órbita fue obra de radioaficionados, el Lusat 1. Después siguieron otros, alguno geoestacionario. “La mayoría de los satélites de observación –dice Hisas– ocupa órbitas entre los quinientos y los ochocientos kilómetros de altura. Pero los satélites geoestacionarios orbitan en el plano del ecuador terrestre a 35.768 kilómetros de altura sobre el nivel del mar. Esos satélites, de telecomunicaciones, se ven desde la Tierra como un punto fijo en el cielo. Lo que ocurre en la órbita geoestacionaria es que, a esa altura particular, la velocidad de rotación coincide con la de la superficie terrestre”. En la órbita geoestacionaria, cada país tiene asignadas determinadas posiciones que, si no se ocupan, se pierden.
La creación de la Conae coincidió con un interés creciente en los estudios relacionados con lo que se conoce como ciencias de la Tierra: el estudio de la dinámica del campo magnético terrestre, el calentamiento de los océanos, el vulcanismo, la deriva de los hielos, la salinidad del mar, la humedad de los suelos. La observación minuciosa de la Tierra, la medición continua de determinadas variables para estudiar la dinámica del planeta, fue, desde entonces, prioridad científica mundial. Y los satélites de observación terrestre se convirtieron en las plataformas ideales para la medición de una infinidad de variables, según los instrumentos que llevaran a bordo.
Si hubiera una idiosincrasia argentina en satélites, sería la del trabajador que debe multiplicar sus tareas para poder sobrevivir. Los satélites argentinos de la Conae, construidos por Invap –la empresa modelo de Río Negro, creada mediante un convenio entre la Comisión Nacional de Energía Atómica y el gobierno de la provincia, la única empresa argentina calificada por la Nasa para la realización de proyectos espaciales–, se caracterizaron desde el principio por llevar varios instrumentos a bordo, y realizar tareas múltiples, para amortizar el costo de la puesta en órbita. Esos instrumentos son diseñados en el país y en cooperación con agencias extranjeras.
LA PRIMERA SERIE
Conae lanzó la primera serie profesional de satélites, los SAC, satélites de aplicación científica, a mediados del los ‘90. El objetivo de la serie era obtener información sobre el territorio nacional, sobre sus actividades productivas. Los satélites debían observar el mar, el suelo, estudiar la hidrología, la geología, el clima, vigilar el medioambiente, los recursos naturales, contribuir a la cartografía.
El primero en lanzarse fue el SAC-B, el 4 de noviembre de 1996, un satélite de observación astronómica, que debía estudiar radiaciones diversas. Fue un emprendimiento entre la Conae y la Nasa, la agencia que lo lanzó. Pero un cortocircuito en la última etapa del lanzador impidió que el satélite se liberara en su órbita. Eso hizo que no pudiera maniobrar para orientar al sol sus paneles solares. Cuando se le agotaron las pilas, dejó de operar.
Después se lanzó el SAC-A, un satélite que orbitó sin problemas durante toda su vida útil, y que sirvió para preparar la misión siguiente, la del SAC-C, que fue lanzado el 21 de noviembre de 2000, y aún sigue en operaciones. Su objetivo principal, además de la teleobservación, es la medición precisa del campo magnético terrestre y la determinación de perfiles de temperatura y capas de la atmósfera. Opera en colaboración con la Nasa, y con las agencias de Brasil, Dinamarca, Francia e Italia, y lleva a bordo ocho instrumentos, diseñados en cooperación. Entre ellos, tres potentes cámaras ópticas de observación de la superficie terrestre desarrolladas por Invap.
EL SAC-D AQUARIUS
Pero tras el éxito obtenido con el SAC-C, en 2003 comenzó a planearse el desarrollo de un nuevo satélite, el SAC-D Aquarius, un observatorio espacial completo dedicado al estudio del océano y la atmósfera terrestre. El objetivo principal del satélite es la determinación de la salinidad del mar, su temperatura superficial, la eventual presencia de hielos y el contenido de humedad de la atmósfera. Esas variables permitirán mejorar el conocimiento de la circulación de las corrientes oceánicas, de decisiva influencia sobre el clima del planeta. Cinco de los ocho instrumentos que el SAC-D lleva a bordo fueron diseñados por la Conae. Se prevé que será lanzado en 2010.
La Nasa aporta el instrumento Aquarius, el de mayor importancia, un dispositivo que costó unos doscientos millones de dólares, capaz de medir indirectamente la salinidad del mar. Aquarius mide la temperatura superficial del mar –mediante una cámara infrarroja– y la radiación electromagnética en una región precisa del espectro, que se conoce como banda L. Esas variables, algoritmo mediante, permiten estimar la salinidad del mar. El SAC-D Aquarius, que pesa mil cuatrocientos cinco kilogramos, triplica el peso de su antecesor, el SAC-C.
AMBICION
¿Cuál es el proyecto más ambicioso de Conae, más allá del lanzador? Dice Hisas: “Todos los proyectos actuales son muy ambiciosos, y todavía hay que terminarlos exitosamente. Los satélites Saocom, de los que se construirán dos ejemplares, serán los satélites de mayor tamaño y capacidad construidos en el Hemisferio Sur hasta ahora. Esos satélites formarán parte de una constelación ítalo-argentina, llamada Siasge, dedicada a la gestión de emergencias, única en su tipo. La constelación Siasge contará con seis satélites –los dos Saocom y los cuatro Cosmo-Skymed italianos–- que permitirán observar un sitio en emergencia, determinado, cada doce horas, con alta resolución y con tecnología de radar, es decir, capaz de ver de día y de noche, y a través de las nubes. Eso es algo absolutamente original a nivel mundial.
“Los países con satélites propios en órbita son menos de veinte –agrega Hisas–, y los que tienen lanzadores propios, menos de diez.”
Pronto, quizá, la Argentina pase de un grupo a otro.
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