Poder Naval

El poder naval es el componente militar del poder marítimo y está conformado fundamentalmente por los medios necesarios para llevar a cabo la guerra naval: buques de superficie, submarinos, aviación naval, infantería de marina, bases y apostaderos navales, concluyendo que poder naval es el conjunto de unidades y posiciones que constituyen la fuerza de una nación en el mar. En mi concepción el poder naval es el peso específico que ejerce la fuerza naval de un estado en su propia organización y su proyección naval y geopolítica hacia terceros estados. La fortaleza, estructura, organización, adiestramiento, equipamiento, influencia, concepciones estratégicas y tácticas que esboza la fuerza naval constituirá la principal base del poder naval que proyecta un estado.

A fines del siglo pasado, A. T. Mahan promovió el concepto del poder naval. Su adopción por estrategas y políticos produjo una revolución en la guerra naval, transformando los roles de la escuadra, abriendo nuevos horizontes en la estrategia naval y dominando por más de un siglo, la planificación y desarrollo estratégicos. Hoy, en el umbral de un nuevo siglo, estamos enfrentando un mundo cambiante.

En el mundo de postguerra fría, la amenaza militar a escala europea ha disminuido. Con todo, la nueva situación multipolar y su impredecibilidad concomitante plantea ciertos riesgos periféricos a los intereses europeos y occidentales. Conflictos étnicos y religiosos, la proliferación de armas de destrucción masiva y la incontrolable exportación de tecnología parecen más probables y potencialmente peligrosos. La economía global continuará dependiendo fuertemente de las comunicaciones marítimas. Igualmente, Europa debe protegerse de la inmigración ilegal, el tráfico de drogas, terrorismo y extremismo religioso. Todos estos son factores de riesgo mayor que demandan una continua vigilancia.

Así, la defensa de los intereses necesita la defensa adelantada, permitiendo a los países ejercer un efectivo control sobre las áreas marítimas adyacentes. Esto incluye, entre otros, la presencia adelantada, vigilancia y protección de las vitales líneas de comunicación marítima o, en una palabra, el control naval de áreas de interés estratégico toda vez que surja la necesidad. No hay duda de que ésta es una misión para las fuerzas navales.

En particular, la proliferación de armas de destrucción masiva, combinada al extremismo de todo tipo, tiene el potencial de crear una amenaza directa a muchos países, particularmente en Europa meridional. En este contexto, las fuerzas navales aliadas deberán realizar dos misiones particulares: mantener un disuasor nuclear creíble y asumir su rol en la defensa de misiles de teatro. Esto último abre nuevas posiblidades para las fuerzas navales.

Además, las armadas requieren un apoyo logístico apropiado y el embalaje de fuerzas para cada escenario particular. Al vivir con la realidad de los presupuestos de defensa disminuidos, la necesidad de adaptar los medios a los fines se hace crucial y la necesidad de interdependencia e interoperabilidad exige la cooperación máxima entre los aliados occidentales.

Así, el poder naval no sólo mantendrá su importancia, sino que su rol se expandirá para asegurar la protección y defensa de los intereses occidentales. El principio de Tucídides, expresado hace 2.300 años como "Thalasse kratein" (Dominar el Mar), repetido por A. T. Mahan, permanece vivo.


OSCAR MENDOZA MALDONADO