El Poder Naval
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El Poder Naval
El Poder Naval se puede definir como el conjunto de unidades navales y posiciones que constituyen la fuerza de una Nación en el mar. Las fuentes del poder naval son: comunidad marítima, recursos naturales, forma apropiada de gobierno y consideraciones de indole geográfico. Estas fuentes conllevan a otros aspectos que son el tráfico mercante, bases e instrumentos de combate, estos componentes son dinámicos e interactúan recíprocamente, los cuales al verse afectado uno de ellos afecta al otro.
Alfred Theyer Mahan (1840- 1914), norteamericano, militar e historiador, estudió la historia naval de Gran Bretaña y Holanda en los siglos XVII y XVIII. Muy conocido por sus análisis sobre el Poder Naval, dio luces a una serie de ideas estratégicas que revolucionaron la marina de su país, ya que consideraba que Gran Bretaña tenía bajo su control las principales vías marítimas entre Europa, Asia y África y las rutas comerciales de los Océanos Atlántico, Pacífico e Indico. Mostro oposición al planteamiento de Castex, promoviendo que una nación es verdaderamente fuerte a través del dominio del mar.
Leonardo Mosqueda
Alfred Theyer Mahan (1840- 1914), norteamericano, militar e historiador, estudió la historia naval de Gran Bretaña y Holanda en los siglos XVII y XVIII. Muy conocido por sus análisis sobre el Poder Naval, dio luces a una serie de ideas estratégicas que revolucionaron la marina de su país, ya que consideraba que Gran Bretaña tenía bajo su control las principales vías marítimas entre Europa, Asia y África y las rutas comerciales de los Océanos Atlántico, Pacífico e Indico. Mostro oposición al planteamiento de Castex, promoviendo que una nación es verdaderamente fuerte a través del dominio del mar.
Leonardo Mosqueda
Leonardo Mosqueda- Aspirante
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Estrategia naval
"Aún considerando la amplitud de su pensamiento sobre la estrategia en general, por vocación personal y por dedicación José María Cohen fue un estratega naval. Es en el campo del Poder Naval en el que pueden encontrarse sus mejores contribuciones al pensamiento estratégico nacional. Así como en numerosas oportunidades él mismo se encargó de destacar el valioso aporte que en los inicios del siglo XX realizara a la causa naval argentina esa notable personalidad que fuera el Almirante Segundo Storni, es justo reconocer que en el período comprendido entre 1970 y 1990 fue Cohen quien se convirtió en el principal inspirador y sostenedor estratégico del Poder Naval argentino.
El fue el defensor de lo que denominaba “el balance entre los componentes orgánicos de una fuerza naval”. Siempre poniendo en primer lugar a la Estrategia, en un marco integrado por las fuerzas, las posiciones y la estrategia, nuestro estratega afirmaba:
“La estrategia es el más barato de los componentes del Poder Naval: exige solamente materia gris, papel y lápiz, y por eso a veces no se la suele valorar suficientemente, y a sí también es el factor -por supuesto sin hacer milagros- capaz de superar la inferioridad, cuando se cuenta con fuerzas insuficientes y/o posiciones inadecuadas”.
Decía Cohen que esta cuestión del balance del Poder Naval no inquietaba a los países poderosos que, teniendo mucho, lo resolvían por mucho, ni tampoco a los países pobres que muchas veces lo resolvían igualmente bien por la línea de poco. Este era, no obstante, un problema grave para aquellos países que tenían tendencia a asignar muchas misiones a su marina pero que solo podían dotarse de pocos medios, como era el caso argentino.
La solución para el problema residía en disminuir el número de misiones que se atribuían a la marina y no pensar en cualquier tipo de guerra: un país “chico” debe prepararse para las hipótesis más probables y más peligrosas, y esas hipótesis deben ser perfectamente delimitadas y exhaustivamente resueltas. El problema es hoy sobre que hipótesis de conflicto prepararnos. Una alternativa válida para nuestras fuerzas navales podría ser planificar sobre la base de un modelo de enemigo, sin hacer referencia a ningún actor estratégico en particular, que será definido sólo por la calidad y magnitud de las amenazas militares tipo que podría materializar sobre nuestras fuerzas en el mar, aun antes de tener que enfrentar el conjunto del poder militar argentino en el litoral propio, y aplicarla a distintos escenarios dentro del marco legal nacional y de las funciones típicas de las armadas.
Por otra parte, surgen, en principio y lejos de ser taxativas, la necesidad de proteger los recursos del Mar Argentino, inmersos en un escenario de agotamiento global; y a la vez, la necesidad de poseer capacidad de participación en “Operaciones expedicionarias”, que es la forma de misión de paz para la que se están preparando la mayoría de los países en el marco de organismos como la ONU y la OTAN.
Nuestro estratega también hablaba de las posiciones, a las que calificaba como los puntos de apoyo de la fuerza en tanto “servían como brazo de palanca para aplicarla”. No se hacía falsas ilusiones en cuanto a que las posiciones denominadas “estratégicas” dominaban o controlaban tal o cual área. En su opinión, esos efectos solo eran logrados por las fuerzas móviles que se apoyaban en esas posiciones.
Para Cohen, el valor de la posición estaba dado por la ubicación geográfica, tomada en relación a los objetivos estratégicos vitales que debían ser dañados o defendidos por las fuerzas basadas en esa posición. También contribuía al valor de la posición el apoyo que esta proporcionaba a las fuerzas que albergaba desde el punto de vista de los abastecimientos, capacidad de reparaciones y todos los medios y servicios que una flota necesita para estar en condiciones de operar. La última condición era que la posición, a su vez, pudiera ser abastecida con facilidad y seguridad de todo lo que ella y los buques necesitaban y que, además, pudiera defenderse de las fuerzas del adversario.
Estas apreciaciones adquieren hoy, a casi treinta años de haberse formulado, una vigencia y un valor extraordinarios pues, tras largos años de confusión en las ideas y abandono político, la Armada hoy no cuenta con ninguna base digna de tal nombre a lo largo del extenso litoral que se extiende entre Puerto Belgrano y Ushuaia, distantes entre sí más de dos mil kilómetros. Esta limitación mostró su rostro más crudo durante el serio incidente que sufriera el Almirante Irízar a inicios de 2007 y que estuvo a punto de causar su pérdida total.
En el centro de su concepción, Cohen consideraba el balance interno de las fuerzas, que en su opinión debía medirse en tres aspectos: el componente a flote -la flota-, la aviación naval y las fuerzas anfibias. Al respecto opinaba que, por ejemplo, de nada valía tener una infantería de marina de alto perfil si no se contaba con suficientes buques para transportarla, protegerla y desembarcarla. La infantería de marina de “alto perfil” a la que se refería Cohen, como la que participó en la Guerra del Atlántico Sur, hoy no existe. No obstante, la fuerza reducida existente aún requiere, para poder ser efectivamente empleada en su principal e importante función específica, de buques anfibios con los que al presente no se cuenta.
No se podía, en su opinión, tomar como modelo una fuerza de primera magnitud y reducirla en escala, manteniendo las proporciones, y creer que esa fuerza pequeña sería, como su modelo, apta para enfrentar cualquier amenaza proporcionada. Así no se tendrían fuerzas balanceadas sino deformadas y, por lo tanto, ineptas.
Resumía su posición afirmando, como hiciera Storni en 1916, que las posiciones argentinas no eran muy ventajosas y que nuestra estrategia podía llegar a ser excelente pero no obraría maravillas, por lo que necesitábamos fuerzas en cantidad suficiente.
En cuanto a las fuerzas y las capacidades que la Argentina necesitaba, para Cohen éstas eran cuatro: capacidad de ataque aéreo embarcado, capacidad anfibia, capacidad de ataque submarino, y capacidad de sostén logístico móvil. Daba por descontadas las capacidades de auto-defensa, esto es, las capacidades antiaérea, antisubmarina y antisuperficie de la flota. Sostenía que, debido a la extensión de nuestros posibles teatros de operaciones y a la relativa pobreza de posiciones adecuadas necesitaríamos operar lejos de nuestras bases. Todas estas capacidades estuvieron reunidas en el Poder Naval argentino desde fines de la década de 1950. En los últimos años, las dos primeras mencionadas se han perdido, y las restantes se hallan seriamente limitadas. La manera más económica y efectiva de iniciar la recuperación del conjunto de esas capacidades sería -además de modernizar las principales unidades actualmente en servicio- incorporar un portaaviones de unas 20.000 toneladas de desplazamiento estándar".
El fue el defensor de lo que denominaba “el balance entre los componentes orgánicos de una fuerza naval”. Siempre poniendo en primer lugar a la Estrategia, en un marco integrado por las fuerzas, las posiciones y la estrategia, nuestro estratega afirmaba:
“La estrategia es el más barato de los componentes del Poder Naval: exige solamente materia gris, papel y lápiz, y por eso a veces no se la suele valorar suficientemente, y a sí también es el factor -por supuesto sin hacer milagros- capaz de superar la inferioridad, cuando se cuenta con fuerzas insuficientes y/o posiciones inadecuadas”.
Decía Cohen que esta cuestión del balance del Poder Naval no inquietaba a los países poderosos que, teniendo mucho, lo resolvían por mucho, ni tampoco a los países pobres que muchas veces lo resolvían igualmente bien por la línea de poco. Este era, no obstante, un problema grave para aquellos países que tenían tendencia a asignar muchas misiones a su marina pero que solo podían dotarse de pocos medios, como era el caso argentino.
La solución para el problema residía en disminuir el número de misiones que se atribuían a la marina y no pensar en cualquier tipo de guerra: un país “chico” debe prepararse para las hipótesis más probables y más peligrosas, y esas hipótesis deben ser perfectamente delimitadas y exhaustivamente resueltas. El problema es hoy sobre que hipótesis de conflicto prepararnos. Una alternativa válida para nuestras fuerzas navales podría ser planificar sobre la base de un modelo de enemigo, sin hacer referencia a ningún actor estratégico en particular, que será definido sólo por la calidad y magnitud de las amenazas militares tipo que podría materializar sobre nuestras fuerzas en el mar, aun antes de tener que enfrentar el conjunto del poder militar argentino en el litoral propio, y aplicarla a distintos escenarios dentro del marco legal nacional y de las funciones típicas de las armadas.
Por otra parte, surgen, en principio y lejos de ser taxativas, la necesidad de proteger los recursos del Mar Argentino, inmersos en un escenario de agotamiento global; y a la vez, la necesidad de poseer capacidad de participación en “Operaciones expedicionarias”, que es la forma de misión de paz para la que se están preparando la mayoría de los países en el marco de organismos como la ONU y la OTAN.
Nuestro estratega también hablaba de las posiciones, a las que calificaba como los puntos de apoyo de la fuerza en tanto “servían como brazo de palanca para aplicarla”. No se hacía falsas ilusiones en cuanto a que las posiciones denominadas “estratégicas” dominaban o controlaban tal o cual área. En su opinión, esos efectos solo eran logrados por las fuerzas móviles que se apoyaban en esas posiciones.
Para Cohen, el valor de la posición estaba dado por la ubicación geográfica, tomada en relación a los objetivos estratégicos vitales que debían ser dañados o defendidos por las fuerzas basadas en esa posición. También contribuía al valor de la posición el apoyo que esta proporcionaba a las fuerzas que albergaba desde el punto de vista de los abastecimientos, capacidad de reparaciones y todos los medios y servicios que una flota necesita para estar en condiciones de operar. La última condición era que la posición, a su vez, pudiera ser abastecida con facilidad y seguridad de todo lo que ella y los buques necesitaban y que, además, pudiera defenderse de las fuerzas del adversario.
Estas apreciaciones adquieren hoy, a casi treinta años de haberse formulado, una vigencia y un valor extraordinarios pues, tras largos años de confusión en las ideas y abandono político, la Armada hoy no cuenta con ninguna base digna de tal nombre a lo largo del extenso litoral que se extiende entre Puerto Belgrano y Ushuaia, distantes entre sí más de dos mil kilómetros. Esta limitación mostró su rostro más crudo durante el serio incidente que sufriera el Almirante Irízar a inicios de 2007 y que estuvo a punto de causar su pérdida total.
En el centro de su concepción, Cohen consideraba el balance interno de las fuerzas, que en su opinión debía medirse en tres aspectos: el componente a flote -la flota-, la aviación naval y las fuerzas anfibias. Al respecto opinaba que, por ejemplo, de nada valía tener una infantería de marina de alto perfil si no se contaba con suficientes buques para transportarla, protegerla y desembarcarla. La infantería de marina de “alto perfil” a la que se refería Cohen, como la que participó en la Guerra del Atlántico Sur, hoy no existe. No obstante, la fuerza reducida existente aún requiere, para poder ser efectivamente empleada en su principal e importante función específica, de buques anfibios con los que al presente no se cuenta.
No se podía, en su opinión, tomar como modelo una fuerza de primera magnitud y reducirla en escala, manteniendo las proporciones, y creer que esa fuerza pequeña sería, como su modelo, apta para enfrentar cualquier amenaza proporcionada. Así no se tendrían fuerzas balanceadas sino deformadas y, por lo tanto, ineptas.
Resumía su posición afirmando, como hiciera Storni en 1916, que las posiciones argentinas no eran muy ventajosas y que nuestra estrategia podía llegar a ser excelente pero no obraría maravillas, por lo que necesitábamos fuerzas en cantidad suficiente.
En cuanto a las fuerzas y las capacidades que la Argentina necesitaba, para Cohen éstas eran cuatro: capacidad de ataque aéreo embarcado, capacidad anfibia, capacidad de ataque submarino, y capacidad de sostén logístico móvil. Daba por descontadas las capacidades de auto-defensa, esto es, las capacidades antiaérea, antisubmarina y antisuperficie de la flota. Sostenía que, debido a la extensión de nuestros posibles teatros de operaciones y a la relativa pobreza de posiciones adecuadas necesitaríamos operar lejos de nuestras bases. Todas estas capacidades estuvieron reunidas en el Poder Naval argentino desde fines de la década de 1950. En los últimos años, las dos primeras mencionadas se han perdido, y las restantes se hallan seriamente limitadas. La manera más económica y efectiva de iniciar la recuperación del conjunto de esas capacidades sería -además de modernizar las principales unidades actualmente en servicio- incorporar un portaaviones de unas 20.000 toneladas de desplazamiento estándar".
Manuel- Marinero Primero
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Re: El Poder Naval
un portaaviones de 20.000 tons?Manuel escribió:"Aún considerando la amplitud de su pensamiento sobre la estrategia en general, por vocación personal y por dedicación José María Cohen fue un estratega naval. Es en el campo del Poder Naval en el que pueden encontrarse sus mejores contribuciones al pensamiento estratégico nacional. Así como en numerosas oportunidades él mismo se encargó de destacar el valioso aporte que en los inicios del siglo XX realizara a la causa naval argentina esa notable personalidad que fuera el Almirante Segundo Storni, es justo reconocer que en el período comprendido entre 1970 y 1990 fue Cohen quien se convirtió en el principal inspirador y sostenedor estratégico del Poder Naval argentino.
El fue el defensor de lo que denominaba “el balance entre los componentes orgánicos de una fuerza naval”. Siempre poniendo en primer lugar a la Estrategia, en un marco integrado por las fuerzas, las posiciones y la estrategia, nuestro estratega afirmaba:
“La estrategia es el más barato de los componentes del Poder Naval: exige solamente materia gris, papel y lápiz, y por eso a veces no se la suele valorar suficientemente, y a sí también es el factor -por supuesto sin hacer milagros- capaz de superar la inferioridad, cuando se cuenta con fuerzas insuficientes y/o posiciones inadecuadas”.
Decía Cohen que esta cuestión del balance del Poder Naval no inquietaba a los países poderosos que, teniendo mucho, lo resolvían por mucho, ni tampoco a los países pobres que muchas veces lo resolvían igualmente bien por la línea de poco. Este era, no obstante, un problema grave para aquellos países que tenían tendencia a asignar muchas misiones a su marina pero que solo podían dotarse de pocos medios, como era el caso argentino.
La solución para el problema residía en disminuir el número de misiones que se atribuían a la marina y no pensar en cualquier tipo de guerra: un país “chico” debe prepararse para las hipótesis más probables y más peligrosas, y esas hipótesis deben ser perfectamente delimitadas y exhaustivamente resueltas. El problema es hoy sobre que hipótesis de conflicto prepararnos. Una alternativa válida para nuestras fuerzas navales podría ser planificar sobre la base de un modelo de enemigo, sin hacer referencia a ningún actor estratégico en particular, que será definido sólo por la calidad y magnitud de las amenazas militares tipo que podría materializar sobre nuestras fuerzas en el mar, aun antes de tener que enfrentar el conjunto del poder militar argentino en el litoral propio, y aplicarla a distintos escenarios dentro del marco legal nacional y de las funciones típicas de las armadas.
Por otra parte, surgen, en principio y lejos de ser taxativas, la necesidad de proteger los recursos del Mar Argentino, inmersos en un escenario de agotamiento global; y a la vez, la necesidad de poseer capacidad de participación en “Operaciones expedicionarias”, que es la forma de misión de paz para la que se están preparando la mayoría de los países en el marco de organismos como la ONU y la OTAN.
Nuestro estratega también hablaba de las posiciones, a las que calificaba como los puntos de apoyo de la fuerza en tanto “servían como brazo de palanca para aplicarla”. No se hacía falsas ilusiones en cuanto a que las posiciones denominadas “estratégicas” dominaban o controlaban tal o cual área. En su opinión, esos efectos solo eran logrados por las fuerzas móviles que se apoyaban en esas posiciones.
Para Cohen, el valor de la posición estaba dado por la ubicación geográfica, tomada en relación a los objetivos estratégicos vitales que debían ser dañados o defendidos por las fuerzas basadas en esa posición. También contribuía al valor de la posición el apoyo que esta proporcionaba a las fuerzas que albergaba desde el punto de vista de los abastecimientos, capacidad de reparaciones y todos los medios y servicios que una flota necesita para estar en condiciones de operar. La última condición era que la posición, a su vez, pudiera ser abastecida con facilidad y seguridad de todo lo que ella y los buques necesitaban y que, además, pudiera defenderse de las fuerzas del adversario.
Estas apreciaciones adquieren hoy, a casi treinta años de haberse formulado, una vigencia y un valor extraordinarios pues, tras largos años de confusión en las ideas y abandono político, la Armada hoy no cuenta con ninguna base digna de tal nombre a lo largo del extenso litoral que se extiende entre Puerto Belgrano y Ushuaia, distantes entre sí más de dos mil kilómetros. Esta limitación mostró su rostro más crudo durante el serio incidente que sufriera el Almirante Irízar a inicios de 2007 y que estuvo a punto de causar su pérdida total.
En el centro de su concepción, Cohen consideraba el balance interno de las fuerzas, que en su opinión debía medirse en tres aspectos: el componente a flote -la flota-, la aviación naval y las fuerzas anfibias. Al respecto opinaba que, por ejemplo, de nada valía tener una infantería de marina de alto perfil si no se contaba con suficientes buques para transportarla, protegerla y desembarcarla. La infantería de marina de “alto perfil” a la que se refería Cohen, como la que participó en la Guerra del Atlántico Sur, hoy no existe. No obstante, la fuerza reducida existente aún requiere, para poder ser efectivamente empleada en su principal e importante función específica, de buques anfibios con los que al presente no se cuenta.
No se podía, en su opinión, tomar como modelo una fuerza de primera magnitud y reducirla en escala, manteniendo las proporciones, y creer que esa fuerza pequeña sería, como su modelo, apta para enfrentar cualquier amenaza proporcionada. Así no se tendrían fuerzas balanceadas sino deformadas y, por lo tanto, ineptas.
Resumía su posición afirmando, como hiciera Storni en 1916, que las posiciones argentinas no eran muy ventajosas y que nuestra estrategia podía llegar a ser excelente pero no obraría maravillas, por lo que necesitábamos fuerzas en cantidad suficiente.
En cuanto a las fuerzas y las capacidades que la Argentina necesitaba, para Cohen éstas eran cuatro: capacidad de ataque aéreo embarcado, capacidad anfibia, capacidad de ataque submarino, y capacidad de sostén logístico móvil. Daba por descontadas las capacidades de auto-defensa, esto es, las capacidades antiaérea, antisubmarina y antisuperficie de la flota. Sostenía que, debido a la extensión de nuestros posibles teatros de operaciones y a la relativa pobreza de posiciones adecuadas necesitaríamos operar lejos de nuestras bases. Todas estas capacidades estuvieron reunidas en el Poder Naval argentino desde fines de la década de 1950. En los últimos años, las dos primeras mencionadas se han perdido, y las restantes se hallan seriamente limitadas. La manera más económica y efectiva de iniciar la recuperación del conjunto de esas capacidades sería -además de modernizar las principales unidades actualmente en servicio- incorporar un portaaviones de unas 20.000 toneladas de desplazamiento estándar".
otra vez los harrier?
toda estta invocacion de estrategia, poder naval y que se yo para terminar hablando de un portaaviones de 20.000 tons ?
Por cierto la nota , articulo o lo que sea es bastante confuso, no se entiende lo que quiere ni lo que queria Cohen, por cierto lo que se le atribuye no es original de el cualquier pensador naval Frances o aleman lo vienen pensando desde el siglo XVIII.
Nombrar muchas veces a Storni, no le da jerarquia per se a un escrito.
Invitado- Invitado
Estrategia naval
El que habla, ¿Ha conocido o leido al Capitán Cohen? ¿Sabe de que estamos hablando?
Manuel- Marinero Primero
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Localización : Capital Federal
Fecha de inscripción : 10/11/2008
Re: El Poder Naval
el que habla no se, el que escribe, si sabe de que estamos hablando.Manuel escribió:El que habla, ¿Ha conocido o leido al Capitán Cohen? ¿Sabe de que estamos hablando?
Invitado- Invitado
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